lunes, 29 de junio de 2015

Mirar afuera


Mi cumpleaños. Tardé mucho en recordarlo después de despertarme, no era lo más importante. 
Me desperté pensando en alguien que ocupo mi cabeza estos días, lo cual no es raro, nos vimos hace poco.
Enseguida me acordé de los mensajitos, vi que un par se habían acordado y me habían escrito. Alguien importante, eso suma. 
Arranqué el día con pilas, habiendo dormido bastante bien y después de un domingo desperdiciado.
Llegué, saludé a todos, me desearon feliz cumpleaños, todo muy socialmente aceptable.
Tanto que puse un correo a todos para irnos a almorzar y festejar. A las 12:30 suspendí por falta de concurrencia, y eso que había puesto de gancho una de las chicas que cumplió años el sábado y me tenía que reportar quorúm. No funcionó.
Pocos llamados y varios whatsapp después, me fui a almorzar solo. Quería comer algo rico, sentarme en una mesita mirando a la calle y leer un rato mientras veía pasar la vida. Barcito chiquito, Diagonal y Suipacha: vacío excepto dos mesas, una de 4 y otra de 2. alrededor de 12 mesas libres. Me siento al lado de la ventana, mesa de 4, para que un mozo muy amablemente me señale otro mesa, atrás del televisor, pegada a la cocina y a la puerta del bajo, mesa de 2 'para que esté mas cómodo y después no me tenga que mover'. Me moví hacia la puerta, sin ganas ni de discutir. Restaurante mas grande, 60 mesas, 10 ocupadas, misma historia. Es obvio que siendo ya las 13:30 y con hora pico a las 13, con el 80% de tu local vacío y siendo TAN fin de mes, no te va a entrar nadie. ¿Se puede ser tan idiota? Parece que si.
Me fui a Av. de Mayo y me comí un sándwich carísimo. Ni siquiera era lo que quería comer. Sentado frente a la ventana, mientras leía tranquilo. No me trajeron ni un vaso de agua, pero me di el gusto de la ventana. 
Y mirar para afuera. Hoy no tenía ganas de estar tan solo, se nota. Y no lo logré.
Pero al menos tuve una visita muy esperada, y un regalo inesperado. 
El punto alto del día.
Y un mensaje de voz.
Veremos quien más se acuerda.
Veremos si se acuerda.
Veremos si quiere llamar.

Y esta noche, compraré una velita y pediré un deseo. Entre todos los deseos acumulados, uno especial.



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30/06/2015 00:12 hs.   No se acordó. 

miércoles, 24 de junio de 2015

Sin Manual


"Lo maravilloso y trágico de la vida es que viene sin manual y sin airbag", escribimos a duo en una conversación por whatsapp.
Y es un poco eso, uno queda expuesto a lo imprevisible en cada nueva situación, probablemente por eso a la mayoría de las personas nos dan -me incluyo- miedo los cambios. Y esa puede ser en parte la respuesta al separarnos, quedamos fuera de la rutina compartida con una persona, para sufrir un cambio. Y de a poco, construir otra rutina. Situaciones de stress, leo las que se enuncian como principales: un cambio de trabajo, una mudanza, el nacimiento de un hijo. Estrictamente todas las que indican un cambio. Un cambio total en nuestras vidas. Parecería que no debiera ser tan grave, yo cambié 7 veces de trabajo por ejemplo, y siempre es complicado. Nuevos compañeros, nuevo entorno laboral -¿fumarán en la oficina?¿Quedaré abajo del aire acondicionado? ¿Acostumbrarán poner cumbia a todo volumen? Todos casos que OCURRIERON!-, nuevo jefe, la necesidad de armar un lugar propio, posicionarse en una pequeña o no tan pequeña sociedad. Y lograr que te valoren. Una mudanza, uno se lleva los muebles, pero ahora hay goteras, el vecino tiene la cama pegada a la pared que da a tu comedor y usa el depto de bulo; o pone la música a todo volumen en las fiestas que hace con los amigos de la play todos los viernes hasta las 4 a.m. O en la cuadra siguiente hay un boliche, o según la moda actual hacen fiestas clandestinas, con reflectores pirotecnia y altoparlantes. 
Volviendo al punto, la vida es una permanente sorpresa, tenemos mesetas de rutina antes de tener que escalar una montaña de cambios y estress. lo bueno que muchas veces, en la cima de la montaña hay una vista fantástica.
Un cambio: Ahora llevo a Ana a la escuela algunos días a la mañana. Y es levantarse temprano, bañarme, levantarla, preparar el desayuno no olvidarme de nada y llegar a horario... cuando yo en dias normales solamente necesito despertarme lo suficiente para levantarme, y levantar la mano cuando pasa el colectivo. Pero al preguntarle a la nena si quería que la siga llevando, no solamente dijo que si, sino que prefiere que la lleve, aún con el frió, caminando y cantando canciones, que con la mamá en el auto. Y la verdad uno apuesta a eso, pero no espera lograrlo. No se sabe que hacer para que todo salga bien, no hay manual. Entonces sucede que todo sale lo mejor posible,  y la cima de la montaña resulta un lugar de fábula.
Y otras veces, sin airbag, recibimos el golpe por una situación inesperada. Y uno no tiene cinturón de seguridad tampoco. 
Y te desbarrancás por la montaña, sufrís el choque, el golpe del cambio y ahí ocurre lo mas complicado. No pasa solamente por el cambio: la vida te pide una elección. Podés quedarte tirado después del golpe, buscar una meseta, una rutina y esconderte ahí. o podes levantarte. Y escalar nuevamente la montaña, con conciencia del golpe, aceptando el cambio, con experiencia para la próxima. Y volvés a subir, sin correas de seguridad, por tu propia decisión, sin manual, sin airbag. 
Apostando que en la cima vas a alcanzar la felicidad.

viernes, 19 de junio de 2015

El mensajero


La primera señal la tuvo en el colectivo hacia el trabajo: Un hombre que estaba frente a él en la cola lo miró mucho y lo rozó al bajar. Ya en la vereda lo vio seguirlo con la mirada desde la ventanilla del colectivo. No le dio importancia, realmente pensó con una sonrisa que lo miraban más los hombres que las mujeres y siguió caminando.
No había perdido de vista el colectivo cuando vio que un hombre venía caminando hacia él. Bajos recursos, mala catadura, fumando, no hizo el mas mínimo intento de esquivarlo. Él se corrió, y se dio vuelta al pasar el otro, solamente para ver como se daba vuelta y lo miraba. Dos pasos mas y abría la puerta del acompañante de un auto que lo esperaba, y arrancaba acelerando ruidosamente. Lo vio darse vuelta en el asiento para mirarlo.
La tercera señal fue durante el viaje en subterráneo, en al amontonamiento del vagón, cientos de cuerpos, tuvo un tirón en el bolso en donde llevaba eso. Tenía el bolso terciado adelante suyo, pero al levantarse alguien del asiento de enfrente lo arrastró enganchado de la campera.  Algo común. El otro le pidió disculpas apresuradas y bajó. Siendo lo que es hoy, lo raro fueron las disculpas. Cómo tampoco se pueden considerar extraños los empujones o el golpe que recibió un rato después, que le hizo girar la cabeza a ver quién había sido entre cientos de personas, el doble de cantidad de brazos y codos. Imposible de determinar. No había sido tan fuerte tampoco. Bajó en la estación de siempre, tenía que pasar por el trabajo y después llevar el encargo que tenía en el bolso, era muy importante que lo entregara sin falta a las 17 hs, pero mientras tanto tenía que comportarse como todos los días, para que nadie sospechara lo que llevaba encima. Por eso lo habían elegido, su rutina era la perfecta cobertura para el secreto. Ni el mismo lo sabía exactamente, tampoco su importancia.
Salió del subte, pasó frente al bar histórico como todos los días, y se sintió observado. Dos flacos, con gorrita, zapatillas nuevas, camperón de gimnasia, cara aindiada. Lo estaban mirando sin perder un movimiento, apoyados en una camioneta de reparto. Blanca, sin señales de ningún tipo. Se metió en la galería que servia de pasaje entre las dos calles, llena de gente. No se movieron. Comentaban datos poco específicos sobre la participación del Paraguay en la guerra de la triple alianza. No le dirigieron una segunda mirada.
Llegó a su trabajo.
Al colgar en el perchero el saco negro del traje anodinamente negro como tantos, vio que tenía la espalda cruzada con una raya de tiza naranja. Visible como un faro a 100 metros de distancia. Tuvo miedo. Se suponía que nadie sabía lo que llevaba, nadie podía relacionarlo a él con nada del proyecto, por eso había sido elegido.
Dejó el paquete en su bolso, sin atreverse a pensar en él. Necesitaba entregarlo. El día transcurrió rutinariamente lento, hoy quizás mas lento.  No salió a almorzar. Tenía que entregarlo cerca de la esquina de San Martín y Corrientes, eran 8 calles, le habían dado la dirección y le habían pedido que la memorizara. Cerca, pero ahora estaba marcado. Estuvo distraído en la tarde, no había otra forma de llegar mas que caminando, no tenía ningún teléfono al cual llamar. Un taxi parecía una mala solución, tardaría mas y sería fácil de alcanzar si lo estaban vigilando. Sin duda dejar el paquete en el trabajo no solucionaba el problema.
Salió a la misma hora que todos los días, dejó el saco al cual no pudo sacarle fácilmente la marca. Caminó rápidamente por Florida, mas gente, era al mismo tiempo mas y menos peligro. Transpiraba. Esquivó a los que le ofrecían volantes, alguien que le quería vender medias y otro que le pedía una moneda. Empezó a sentir mareo, tenía la boca seca, frío pese a que tenía la camisa manchada de sudor. Casi no se detuvo hasta llegar a Corrientes, sin dejar de mirar por encima de su hombro, aceleró mas el paso. Prácticamente corría cuando llegó frente al edificio que era su destino, había una obra en construcción, un pozo; dos operarios se paralizaron y se quedaron mirándolo cuando llegó. Uno levantó algo, un teléfono, o ... Entró al edificio sin tocar el timbre, un edificio viejo con una puerta metálica. Recorrió el pasillo de la planta baja casi en penumbras hasta llegar a los ascensores. Frente a los ascensores había más luz, y un guardia de vigilancia le permitió pasar luego de decirle el piso al que iba. No hubo más preguntas. Al llegar al piso se encontró dos puertas, una pequeña, de oficina, y un portón como los de una sala de hospital. Una cámara con una luz como un brillante ojo rojo le observaba. Tocó el timbre, dio el nombre que le habían dicho (Carolina)  y esperó. Cinco minutos mas tarde, cuando ya los nervios no le dejaban pensar, se abrió la puerta, y una bellísima mujer -30 años, minifalda, medias negras, botas bajas, blusa ajustada, algo escotada) lo hizo pasar a una oficina. Antes de entrar vislumbró un laboratorio adentro del lugar, separado por un pasillo y un grueso vidrio.  En la oficina, Carolina tomó el paquete y lo hizo esperar, casi nada, para decirle que estaba todo en orden. La miró a los ojos, e inevitablemente le preguntó que era eso que llevaba, por que el secreto, por que era tan importante, por que él. Las preguntas salían sin detenerse, toda la tensión acumulada en sus palabras.  Ella lo miró, volvió la vista atrás, entornó la puerta y le dió la respuesta.
Salió sorprendido de la oficina, no supo como llegó a la calle, sabía ahora lo que había hecho, el paquete era... Tropezó. Distraído, no vio la baldosa floja, y al tropezar con ella cayó en medio de la calle. Una mano le ayudó a levantarse, unos borcegos negros, militares. Alzó la vista para ver una chaqueta de tela gruesa, negra. Una cara cuadrada, un hombre alto ojos negros, profundos, rapado, una coleta larga hasta la cintura teñida de colorado. Retrocedió, todo su cuerpo gritando de terror, hacia la calle, sin tiempo de ver la cara de asombro del individuo, sin tiempo de ver el colectivo que lo mató.

jueves, 11 de junio de 2015

Rompecabezas


Hay momentos en que uno simplemente se rompe.

Son momentos que te cambian la vida, amor perdido generalmente, o stress en el mejor de los casos.
Y sentís que dentro tuyo todo se quiebra, dejás de ser vos mismo, el corazón no siente nada -nada mas que lo que perdió- y el cerebro no deja de pensar. Y no logran nada, ni uno ni el otro.
Y pasas por la vida como un fantasma de algo que fue pero ya no es, inconexo e incompleto.
Y con el tiempo, encontrás alguien que quiere ordenar las piezas nuevamente, rearmarte, revivirte.
Puede que lo logre. Y regreses. Y recuperes una sonrisa.
Y entonces te das cuenta que al armarte, faltan piezas. Alguna al menos.
Alguien se la quedó. 
Y en la caja, no traías otra de repuesto.

lunes, 8 de junio de 2015

Días de descanso


Fin de semana, un tiempo que puede ser muy corto, o puede ser interminable. Vemos los fines de semana con nuestro estado de ánimo: con buen ánimo, en pareja, con proyectos y amigos, no nos alcanza el tiempo. En otro caso, son extensas tardes de domingo tirados en el sillón haciendo zapping (que no es lo mismo que ver una película, se destaca). O buscando excusas para escapar del sillón: hacer las compras, limpiar la casa, pintar, dormir: en cualquier caso no nos planteamos nada divertido. A  veces ni siquiera surge el intento de llamar a un amigo, porque creemos que todos tienen 'vida' mas allá de nosotros. Si, casi siempre eso es cierto. Pero a veces te perdés un domingo de sol, en que no hiciste nada, te encerraste en tu mundo, hablás el lunes con quien creías ocupado/a, y resulta que estuvo inmerso en el sillón munido al control remoto, o pasó el día en piyama por levantarse muy tarde. Y otro dia perdido.
O a veces durante un dia del fin de semana, te levantás tarde, mirás una película amodorrado, haces una siesta y cuando despertás ya se te pasó el día, cenas y te vas a dormir. Eso... bueno, eso es válido, es un día de descanso, no un día perdido... completamente.
La vida es muy corta para desperdiciar tiempo en zapping improductivo. Hay que darle tiempo al ocio, pero viviendo.

viernes, 5 de junio de 2015

Alarma


¿Cuales son las señales de alarma? Quemarse, un sonido fuerte, un golpe, un grito. Cuando alguien a quien queremos nos acaricia la cara en lugar de besarnos. Cuando alguien a quien queremos nos llama para decír :- Tenemos que hablar. Cuando no nos llaman. Cuando el beso es distraído, cuando se viste demasiado bien para ir al trabajo. Cuando alguien se te acerca, pero permanece lejos y es como si te encendieras, es quemarse de deseo, de bronca y de dolor. Cuando el teléfono se corta en un ruido fuerte; cuando sentís el sonido del golpe que  hace al caer una lágrima; cuando querés hablar y el silencio te grita y te ensordece.
Eso es una alarma. De que algo va a pasar, o de que posiblemente, ya ocurrió.

martes, 2 de junio de 2015

Nubes


Los Grandes Sabios Creadores trataban de ordenar todos los procesos de la Tierra, para hacerla eficiente. Cuando sembraron las plantas para alimentarse, y alimentar a los animales se dieron cuenta que necesitaban regarlas. 
Las ideas pasaron desde bañaderas gigantes que surcaran los cielos hasta regaderas llevadas por pájaros entrenados. Los bocetos se guardaron para el dia que los hombres descubrieran el avión, siempre alguien podría necesitarlos. Quedaron perdidos junto con otros muchos proyectos frustados por siglos y siglos, hasta que alguien haciendo limpieza los tiró, con la mala o buena suerte que por culpa de los hados o los vientos, llegaron muchos a manos de un humano llamado Leonardo, mucho tiempo después. Pero volviendo a la historia, necesitaban regar las plantas y los proyectos no daban respuestas. Al menos, no las adecuadas.
Nuevamente reunidos alrededor de la máquina de café (el mejor de sus inventos hasta el momento), los Sabios soplaban en sus vasitos de café para enfriarlos, sin dejar de discutir. Se  hacía de dia, habían estado toda la noche trabajando sin llegar a nada. El sol salió y un rayo entró por la ventana, se deslizó por la pared opuesta y tocó la taza de uno de los expertos químicos del grupo. Y sin siquiera decir eureka, salió corriendo a su mesa de trabajo, ante el asombro de los demás que lo seguían se puso a dibujar montañas, mares, campos y ríos; con el beneplácito del Sabio mas interesado en arte. No lo hacía demasiado mal. Pero enseguida empezó a tapar todo de lineas, flechas, números y grados de temperatura. Mientras los matemáticos discutían si lo que había anotado estaba en celsius o fahrenheit, vieron como llenaba el cielo en el dibujo de globos, una solución que ya habían pensado antes. El tema es que el helio era un gas muy escaso para la tarea que se requería, y los globos incontrolables. Pero el Sabio los sacó del error, no eran globos. Era la misma solución, pero sin cáscara: 
Solamente el agua. Llamo al físico y le propuso que se el agua se calentara se transformara en gas. El físico se rió hasta caer al piso y le dijo que ya que estábamos porque no cuando se enfriara demasiado se congelara. 

Lo demás es fácil de entender, excepto la forma. Porque cuando todos discutían las propiedades físicas y químicas, los procesos y ciclos del agua, el Sabio artista se quedó mirando el pizarrón, y cuando volvieron  varios cafés mas tarde había dibujado formas en el agua suspendida, imágenes donde había globos, caras y animales, e incluso aprovechando el color del sol del amanecer, empezaba a darles colores. Y ya lanzado, estaba dibujando un arco iris. Eso resolvió todo. 
Tal como hoy lo vemos.