miércoles, 9 de septiembre de 2015

Mirar hacia adelante


Cuenta una leyenda griega, que hace mucho tiempo en Tracia vivía un cantante llamado Orfeo. Era tan eximio en su arte que los propios dioses le obsequiaron una lira, para acompañarse, siendo igual de excelente en cantar que en tocar la misma. 
Y cuenta también la historia que Orfeo estaba enamorado de una dríade llamada Eurídice.
Llegó a hacerla su esposa, disfrutaban juntos y eran tan felices como pueden ser dos personas. 
Pero quiso el destino que Eurídice fuera mordida por una víbora y muriera. Desconsolado, Orfeo busco una entrada al propio inframundo para llegar a ella. A orillas del río Aqueronte, con su música convenció a Caronte que lo llevara en su barca a ver a Hades. Y Hades se enfureció al ver un mortal al cual todavía no la había llegado su hora en sus dominios, pero Orfeo cantó su amor y tocó una melodía tan desgarradora que el propio Hades y Perséfone estuvieron de acuerdo con liberarla, y que Eurídice lo seguiría con la condición que no mirara atrás. Si por temor o amor miraba hacia atrás, antes que su amada hubiera salido completamente a la luz del sol, la perdería para siempre. Orfeo, feliz, empezó a caminar para salir del infierno, sintiendo el tenue sonido de los pasos su esposa detrás, y al estar a ponto de salir, y  la vista del sol, dejó de escucharlos. Con miedo, se dio vuelta y alcanzó a ver a Eurídice detrás de él durante un momento,  para luego desaparecer para siempre.

Muchos buscamos alguna Eurídice perdida, miramos atrás, a los recuerdos, a la belleza pasada o   los momentos maravillosos juntos. Buscamos un pasado que ya no está.
Bajamos al infierno de nuestros sueños y nos aferrarnos a ellos convirtiéndolos en nuestras pesadillas.

Pero siempre es posible empezar a reescribir nuestra historia. 
Hay que mirar hacia adelante.

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