martes, 31 de mayo de 2016

Llamadas telefónicas



Dentro de los cuentos que leo habitualmente, y habiendo iniciado una colección de autores hispanos y latinoamericanos, encontré un cuento muy particular que me gustaría compartir. Es diferente a muchos que haya leído, pero es muy parecido a...
Y es que la realidad siempre supera a la ficción. Leanlo





lunes, 30 de mayo de 2016

Cuánto (cuándo) importan los demás


A quien no es absolutamente egoísta, le importan los demás. Ojo, últimamente se ve mucha gente absolutamente egoísta, por eso la distinción, pero vamos a los casos de 'gente civilizada' que son quienes eligen vivir en una sociedad. Los egoístas viven entre la sociedad, sin forma parte de ella y la sociedad en si no los elige.

Hechas las salvedades previas, tenemos muchos momentos en los que nos importan los demás, pero sobre todo uno: Cuando tenemos algo para compartir. Sea bueno o sea malo, al momento de necesitar contar una noticia, mostrar las fotos de un viaje, hablar de un problema, necesitamos a los demás, a nuestro entorno de amigos, a nuestra familia, novia,  incluso compañeros.
Cuando en esos momentos nos faltan, es cuando sentimos una completa soledad. 
La soledad no se compone por ausencia, sino por falta de presencia, en los momentos en que hace falta estar.

La soledad es el breve espacio en que no estás, decía Pablo Milanes. Yo lo defino de otra forma: la soledad es el momento en que tenés algo para contar, y quien te interesa que lo escuche, no puede, o no le interesa escucharte.

Estar es compartir.
Y los demás importan porque cuando se llega a sentir esa soledad, por tener pocos amigos (y muy ocupados), no tener pareja, tener una familia pequeña o desunida, nos encontramos rodeados de personas poco relevantes y podemos sentirnos solos. No como la soledad emocional de no tener pareja, o la que produce una muerte. Es una soledad de ser excluido.
Y ese sentirnos solos  es en general  un sentimiento molesto de no formar parte de nada, nos hace creer que a nadie le importamos lo suficiente como para compartir un momento con nosotros. Genera tristeza, angustia, apatía. 

Los demás no son nuestra vida, pero son parte de ella. si los momentos de soledad se multiplican hay que salir y hacer algo: son necesarios nuevos proyectos, nuevas relaciones, nuevos amigos (los de facebook, virtuales, no cuentan). La soledad es mala compañía.

Y la soledad también es quien que te envía o responde un whatsapp (con o sin emoticones) o un mensaje en alguna red social, preguntándote como estás, pero cuando le decís:— ¿Tomamos un café y hablamos?, nunca puede, nunca tiene tiempo.
La soledad es pandemia en tiempos de hiperconectividad.

Corolario: Quién te quiere tiene tiempo para verte.

jueves, 26 de mayo de 2016

Para vivir



Y el sol sólo es el sol si brilla en ti.
Y la lluvia sólo lluvia si te moja al caer
Para vivir, Joan Manuel Serrat


¿Qué más se puede decir que esto? Sólo vale la pena vivir, para vivir. Para disfrutar, para amar.
Vivir para sufrir no tiene sentido, es momento de dejar de lado los problemas y decidirse a ser feliz. Si, es una decisión ser feliz, no un efecto ni un logro.
Todos podemos decidirlo, dejar atrás lo que daña, buscar lo que nos hace bien. Pero la felicidad no se construye de a uno, estoy cada día más convencido que no hace bien avanzar solo. La felicidad es de a dos. Y el sol sólo es el sol si brilla en ti.


domingo, 8 de mayo de 2016

Toda mi vida



All of my life, i’ve been saying sorry
for the things i know i should have done
all the things i could have said come back to me
sometimes i wish that it had just begun
seems i’m always that little too late
all of my life
Set ’em up, i’ll take a drink with you
pull up a chair, i think i’ll stay
set ’em up, cos i’m going nowhere
there’s too much i need to remember, too much i need to say
All of my life - Phil Collins


Es como dice la canción. Toda una vida, toda mi vida, tratando de decirte lo que siento, pensando cómo cambiar cosas que se pudieron cambiar, como si se pudiera cambiar el pasado. Pero son muchos años, pasaron muchas cosas. No se puede.
Todas las decisiones, cada momento fue como fue. Tuyos, míos, nuestros. Los momentos buenos, las charlas, cada mirada a los ojos. Los abrazos. Los malos, las despedidas, los errores, los no saber qué hacer o qué decirte, en cada momento, que nos alejaron. 
Puede que hasta faltara amor. Hiciste tu vida, yo la mía. Nos hablábamos o nos escribíamos todos los días o pasabamos mucho tiempo sin hablarnos.
No quiero solamente recordar un posible pasado. Te quiero demasiado. Quiero la realidad de un presente. Traé una silla, son demasiadas cosas que necesito decirte. Se puede empezar algo hermoso.
Ahora.
Podemos elegir ser felices.




sábado, 7 de mayo de 2016

Explicaciones



Los vecinos lo escucharon gritar desesperado, antes de verlo saltar por la ventana del piso 20.
Los médicos diagnosticaron un cuadro psicológico grave.
Los amigos comentaron sobre tristeza y desamor.
La policía caratuló suicidio.
El extraterrestre que se materializó en su living mientras estaba mirando el partido de fútbol, nunca comprendió que había pasado.




viernes, 6 de mayo de 2016

Contame un cuento



Todo comenzó así, después de todo. Empezó conmigo contando cuentos, con Ana escuchando cada historia con los ojos brillantes y feliz. Creo no equivocarme si digo a todos los niños les gustan las historias. Y para salir de los cuentos infantiles tradicionales cada tanto inventaba alguna historia propia. Se contaba junto con el resto, como otro cuento, tal vez un poco más 'personalizado' cuando la princesa se llamaba Ana y tenía dos gatos. Después de un tiempo, cuando Ana vio que los cuentos eran uno diferente cada vez, empezó a pedir repetir algunos en particular a la hora de dormir, porque eran los que más le gustaron, así que los escribí para no olvidarlos. Cuando creció vio que podía elegir personajes, por lo que que cuando caminábamos a la tarde, además del cuento pedía — ¡Que sea de una princesa, y un dragón! Se acostumbró pronto a que, aunque el cuento empezaba — Había una vez un sapo..., pronto aparecerían la princesa y el dragón pedidos. Algunos cuentos se complicaban, dados los personajes. Imaginar un cuento en que se mostraran juntos una tortuga, un pez y un elefante se hizo complicado. Y venía de un error de interpretación mio, ella pedía como 'cuento' que le contara nuevamente que, cuando era bebé, usaba un mordillo que tenía esos tres animales. 
Y un día no se contentó con escuchar y quiso cambiar parte del cuento, así que terminamos contándolo entre los dos. Pronto ya elegía sus personajes y sus historias dentro de la historia. Y antes que me diera cuenta comenzaba ella la historia, y armaba el argumento principal. Ahora seguimos contando cuento cada tanto pero, así como aprendió a leer y ahora me lee ella a mi, así también inventa nuevas historias. 
¡Gracias, Ana!



miércoles, 4 de mayo de 2016

New York, New York



Fueron a cenar, después del teatro. Él apostó a lo más seguro, pastas, recién se conocían. El restaurante que eligió estaba especializado en esto, trató de ser más original con la salsa aunque no se traicionó pidiendo una qué no le gustara. Música suave de fondo, Sinatra, la conversación fluía. Extraños en la noche, empezaban a conocerse con historias, con pasado, con presente. Ella estaba 'suelta' en ese momento, él estaba con una novia que quería dejar, decía. Solamente le falta el parche en el ojo —pensaba ella, la mirada inclinada era su marca registrada. Novia que llamó justo en ese momento, cortando el clima. Discusión innecesaria, él ya había elegido su camino. Cortó al son de My way. Ella no se mostró preocupada, ya había visto en sus ojos que era suyo. La conversación se hizo más sensual, más íntima. Las sonrisas brillaban en las miradas, como las luces en sus miradas. Él empezó a decir lo que sentía, con mucho cuidado; ella dio señales positivas. Llegaron a un café sin medir el tiempo. Sonaba Fly me to the moon, él hizo suyas las palabras dándoles su propia música:
Eres todo lo que anhelo, todo lo que venero y adoro, en otras palabras, deseo que esto sea de verdad, en otras palabras, te amo.
La noche tejió su hechizo bordando cada canción. Con la música de New York, New York sonando en sus oídos salieron a caminar por Buenos Aires. Él la tomó por la cintura, ella le dió un beso. Y cambió su vida. 

martes, 3 de mayo de 2016

El cuadro maldito




Hace algunos años, en los '50, o en los '60, se hizo común tener una lámina de un cuadro de un niño de ojos llorosos y mirada desesperanzada. Probablemente la hayas visto. Seguramente ahora la recuerdes. Muchas personas la recuerdan o recordarán justo en el momento de su muerte.

Bruno caminaba por las calles de Buenos Aires buscando inspiración. Recorría las rectas y estrechas calles del casco urbano casi sin ver, preocupado por sus cada vez más acuciantes deudas. No lograba vender sus cuadros, no había espacio para su arte. Había vendido todo y abandonado su Venecia natal en busca de la oportunidad del triunfo, escapando de la postguerra a la tierra de oportunidades que contaban, y se había dedicado de lleno a su obra pintando sin descanso en la húmeda buhardilla que había podido alquilar, pero sus reservas de dinero se esfumaban. Con entusiasmo había pintado paisajes y escenas de la vida en Buenos Aires, tan iguales y tan distintos a los de su propio país. Había invertido en una exposición de sus trabajos en el Círculo Italiano de Buenos Aires que resultó un fracaso, y perdió gran parte del dinero que tenía en el alquiler de instalaciones y promoción. 
Su novia Dina lo había dejado por un empresario griego que quería fabricar turrones con una receta casera griega en plena city porteña, y estuvo meses sin poder crear nada, solamente contemplando el último retrato que  había hecho de ella, una carbonilla. Al fin decidió difuminar su sonrisa con un papel, no podía ver sonrisas estando él tan triste.
Con esos pensamientos en la mente pasó caminando frente a  la Basílica de Nuestra Señora de la Merced, y decidió entrar. El silencio del claustro le proporcionaba la quietud del alma que había perdido. En la tenue semioscuridad de los vitrales de la ventana en forma de flor central, se dibujaban colores entre los bancos. Se sentó, y se puso a observar los dibujos de la luz cambiante en el atardecer, que reflejaban todavía los daños de un incendio, pese a que el nártex había sido recientemente restaurado. De pronto una hendija de luz atravezó el atrio, y levantado la vista descubrió la puerta lateral entreabierta. Se acercó, daba a un patio contiguo al convento, en el que una orden de monjas tenía un hogar para huérfanas. movido por un impulso se asomó y vió a las niñas jugando en el patio, felices habiendo encontrado un hogar, cada una con una sonrisa mientras jugaban en las últimas horas de la tarde. Sintió la mirada más que verla: aferrado a la reja, un niño vagabundo de ojos tristes miraba los juegos, pequeño, pero con una mirada antigua veía la felicidad a la que no podía acceder. los ojos se ahondaban en una tristeza infinita, mientras los nudillos se ponían blancos de sujetar las rejas. 
Bruno recibió la inspiración de pronto, corrió más que caminó a su atelier, y tomando un lienzo en blanco empezó a dibujar rápidamente, tratando de tomar la expresión de tristeza de esa mirada. Pinto hasta que no quedaba luz, encendió un farol y continúo dibujando atrayendo la oscuridad de la noche al cuadro, a la mirada, a la expresión que poco a poco se iba completando hasta que le pareció ver nuevamente al niño en el cuadro. Había empezado siendo una expresión de ternura, pero al rato de mirarlo notaba algo más, una furia contenida en sus propios trazos. No supo cuando había dibujado las lágrimas.
A la mañana siguiente el cuadro estaba terminado, pero no sentía cansancio o sueño. Salió a caminar pero esta vez sabiendo lo que buscaba, una idea surgiendo de su mente. Caminó buscando en las calles pequeños vagabundos, buscando esa expresión en sus caras que contaba una historia que él anhelaba contar, pintándola.
Hizo varios cuadros, casi treinta en una serie que hablaba de abandono y tristeza, pero ninguno como el primero. Fueron sin duda los lienzos más expresivos que había llegado a pintar jamás. Llamó a sus contactos y fue mostrando las pinturas a cada uno de las personas con cierta influencia que conocía hasta que uno le ofreció costear una nueva exposición. Se realizó al poco tiempo y se vendieron muchos de los cuadros, casi la colección completa, aunque no el primero. Todos los compradores lo pidieron, e incluso varios llegaron a ofrecer un muy buen precio, pero Bruno tenía otra idea. Al terminar la exposición lo llevó y lo donó a un orfanato para niños, contándole al director su historia. Ambos buscaron y encontraron al niño que había sido el modelo involuntario del cuadro, alojándolo en el propio orfanato. Nunca sonreía.
Bruno siguió pintando, pero nunca volvió a pintar sonrisas. Ni logró el éxito soñado, aunque su serie de Los niños llorones se hizo muy conocida.
Fue poco tiempo después durante una crisis económica, cuando el orfanato necesitaba fondos, que el director recordó lo comentado por el pintor sobre los valores que habían ofrecido por el cuadro y mandó realizar láminas del mismo para venderlas. Finalmente decidió vender el propio cuadro que colgaba solo, en una pared del comedor del orfanato, justo frente a la puerta de entrada. Los que llegaban veían esos ojos tristes y parecía que el cuadro  les transmitía parte de su dolor, porque todos quedaban afectados. Pero la necesidad era grande, era el momento que el niño de ojos llorosos se fuera del orfanato.
Habló con unos conocidos, y arregló la venta. 
Esa noche el orfanato se incendió. Las llamas iluminaron la noche porteña, subían altas devorando todo a su paso. No se salvó ningún huérfano, todos murieron quemados. Al cadáver medio quemado del director se lo encontró en su propia cama, medio cuerpo carbonizado y los ojos desorbitados por el terror, medio quemado porque su habitación era contigua al comedor, y en este una pared había resultado intacta, salvándose y protegiendo a parte del dormitorio del fuego. Era la pared del cuadro, que no había sufrido ningún daño.
No se salvaron los registros del hogar para niños, por lo que no se pudo saber que había pasado con el huérfano, pero su mirada se conservó en el cuadro. Muchos creen que su dolor y su alma también.
Dicen que el cuadro original fue pasando por varias casas, casualmente casas en las que vivían niños pequeños, casas cuyos ocupantes  sufrieron importantes accidentes y en la casi todos los casos incendios más o menos graves en las propias viviendas, siempre con muertes. Del fuego muchas veces sólo era posible recuperar el cuadro. Siempre era posible recuperar el cuadro. 

Cuentan que también ocurría con algunas láminas. O puede que esto sea mentira, pero fue así que muchas terminaron en viejos altillos, el cuadro abandonado, como un huérfano. 
Del cuadro original, no se sabe nada.

Dicen las historias que a Bruno Amadio aún se le ve vagar por las viejas calles de Buenos Aires que conservan empedrado, en el viejo casco colonial mascullando cosas para sí mismo, la mirada pérdida en sus ojos tristes y sin lágrimas. Los fantasmas no lloran.




Leyendas urbanas en Buenos Aires

lunes, 2 de mayo de 2016

Ruego


En medio de la noche hizo su ruego.
Pidió un favor. Una plegaria.
Quería el amor de esa mujer. La que le quitaba el sueño, la que pretendía desde siempre.
Rezó por su amor.
Rogó e hizo una promesa. Una promesa que tuvo la forma de un pacto.
Firmó con lágrimas, no con sangre, pero valió lo mismo.
Se condenó para siempre.