jueves, 14 de diciembre de 2017

Leyenda del bosque oscuro - Los tuyos mirándome



Versión de una antigua leyenda que leí hace tiempo.

En las profundidades del oscuro bosque, donde las leyendas de terror cobran vida y los corazones se llenan de miedo, existe una historia que pocos se atreven a contar. Se dice que en ese enigmático lugar, un lobo y una bruja escribieron una historia de oscuras pasiones.
Hace ya muchos años el lobo, abrumado por su papel como villano en siniestros cuentos, decidió emprender un viaje en busca de una nueva vida. Harto de ser temido y juzgado por su apariencia feroz anhelaba hallar un rincón donde pudiera ser amado y aceptado tal como era. La Luna Sangrienta iluminaba el oscuro sendero donde deambulaba el lobo. Ansiaba huir de las miradas prejuiciosas y el odio que lo perseguía. Con sed de un nuevo destino buscaba alejarse de todos, hasta que en un sendero solitario, halló a una mujer.
Ella, una figura enigmática, estaba tendida sobre una enorme roca, su rostro oculto entre sus manos. Vestía de negro, un vestido tan hermoso como sombrío. Su cabello enmarañado la cubría y ocultaba su rostro, extendido sobre ella le otorgaba una extraña belleza, única y misteriosa. El lobo se acercó con cautela y la interpeló:
—¿Hola? ¿Qué te ha traído a este lugar lúgubre y solitario?
Ella, sorprendida, alzó nerviosa su cabeza y reveló sus ojos que brillaban verdes y feroces en la penumbra, al tiempo que alzaba una mano para defenderse. Las brujas entienden el lenguaje de las bestias. Respondió:
— Escapo de la malicia que abunda entre los hombres. Me juzgan por mi apariencia, sin intentar conocer lo que hay más allá. Anhelo apartarme de aquellos seres hipócritas y crueles, que predican la bondad mientras desatan sufrimiento y carecen de compasión.
El lobo comprendió el peso de sus palabras y pese a que había dado un respingo al alzarse el peligroso brazo desnudo debajo de la capa, se acercó lentamente, sus propios ojos verdes fosforeciendo igual de feroces bajo la luna. Le habló en un rumor ronco:
¿Permitirías que te acompañe? - ofreció - No por lástima, sino porque mi corazón ansía hacerlo. Sin dudas yo puedo comprender tu temperamento y tu rabia.
Ella asintió. Se sentó en la roca mientras la noche se poblaba de silencios, atenta a esta conversación:
— Será un placer que compartas mi soledad, pero sólo si es por amor sincero, no por piedad. Quiero sentirme amada por lo que soy, sin que juzguen mi naturaleza oscura.
El lobo se recostó a sus pies, encontrando consuelo en su presencia. Ella acarició su cabeza, y una risa dulce se escapó entre sus labios acostumbrados a una alegría siniestra.
— Eres tierno, tu apariencia de coraza oculta una suavidad interior. Lo percibo.
El lobo la miró con sus ojos enigmáticos, ahora llenos de amor.
— Deseo amarte por lo que eres, sin etiquetas ni estigmas — Con un tono más suave dijo — Me quedaré a tus pies hasta que la luna no inspire más poemas y las estrellas se extingan en el firmamento.
— Siéntate junto a mí, no a mis pies, sino a mi lado - dijo ella, acariciando su cabeza.
— No rechazaré tu oferta, algo en ti me hipnotiza. Tus ojos profundos acaso parecidos a los míos, o tu voz cargada de misterio me embrujan como un conjuro oscuro.
Ella se sonrojó levemente, ocultando su rostro bajo la capucha. No había hecho ningún conjuro, ella lo sabía bien. Y él también. Sin embargo, el lobo no podía dejar de admirar su belleza inusual. No era la típica hermosura que todos anhelan, era una belleza siniestra y atractiva. Pero veía brillar un alma salvaje y pura como la suya propia.
¿Sabes? - susurró ella - A veces, las estrellas más brillantes están lejos, pero su fulgor deslumbra desde lo oscuro.
Es cierto - asintió el lobo - Hay seres que resplandecen tanto que no pueden esconder su esencia, aunque lo intenten.
Mientras el silencio se apoderaba del ambiente, sus pensamientos se entrelazaban en una conexión inquietante. Rompiendo el silencio, el lobo confesó:
He sido temido por siempre. Mis fauces, mis garras, todo en mí genera terror y odio.
Ella reveló su propio tormento:
— La apariencia es mi maldición. La gente exige bondad en tonos pasteles, pero mi oscuridad me condena a la soledad, al rechazo...
— Tu apariencia me atrae, no soy amante de lo común. Veo la belleza en ti, no sólo por fuera.
— Desconoces mi interior — dijo la bruja. Mis secretos más sombríos son aterradores.
— No necesito conocerlo todo. Te conozco porque me conozco. Te amo porque me amo. Tus ojos brillantes son como las estrellas que me iluminan en las noches oscuras. Deseo vivir en tu sonrisa por siempre. Ver mis ojos en los tuyos mirándome.

De aquel encuentro nació un nuevo cuento de amor, un vínculo desafiante entre dos seres condenados por la noche. Cuentan que, en las noches de luna llena, la bruja se transforma en loba y recorre el bosque junto a él, entregándose a su amor tenebroso. En otras noches, ella le brinda un brebaje para que él tome la forma de un hombre, pero no un príncipe azul sino un ser oscuro, capaz de cargarla hasta su lecho de amor. En las noches más oscuras, cuando la luna se esconde entre las nubes y los aullidos de los lobos se mezclan con el eco de los conjuros, se dice que aún se pueden escuchar risas y susurros de amor. Algunos cuentan que los espíritus del bosque han sido testigos de una unión eterna, un lazo que trasciende las formas y las apariencias, recordándonos que el amor puede ser tan hermoso y terrorífico como la propia noche.


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